Declaración de
Independencia del Ciberespacio
Gobiernos del Mundo Industrial,
vosotros, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio,
el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido en el pasado
que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis
ninguna soberanía sobre el lugar donde nos reunimos.
No hemos elegido ningún gobierno,
ni pretendemos tenerlo, así que me dirijo a vosotros sin más autoridad
que aquélla con la que la libertad siempre habla. Declaro el espacio
social global que estamos construyendo independiente por naturaleza de
las tiranías que estáis buscando imponernos. No tenéis ningún derecho
moral a gobernarnos ni poseéis métodos para hacernos cumplir vuestra
ley que debamos temer verdaderamente.
Los gobiernos derivan sus justos
poderes del consentimiento de los que son gobernados. No habéis pedido
ni recibido el nuestro. No os hemos invitado. No nos conocéis, ni
conocéis nuestro mundo. El Ciberespacio no se halla dentro de vuestras
fronteras. No penséis que podéis construirlo, como si fuera un
proyecto público de construcción. No podéis. Es un acto natural que
crece de nuestras acciones colectivas.
No os habéis unido a nuestra gran
conversación colectiva, ni creasteis la riqueza de nuestros mercados.
No conocéis nuestra cultura, nuestra ética, o los códigos no escritos
que ya proporcionan a nuestra sociedad más orden que el que podría
obtenerse por cualquiera de vuestras imposiciones.
Proclamáis que hay problemas
entre nosotros que necesitáis resolver. Usáis esto como una excusa
para invadir nuestros límites. Muchos de estos problemas no existen.
Donde haya verdaderos conflictos, donde haya errores, los
identificaremos y resolvereremos por nuestros propios medios. Estamos
creando nuestro propio Contrato Social. Esta autoridad se creará según
las condiciones de nuestro mundo, no del vuestro. Nuestro mundo es
diferente.
El Ciberespacio está formado por
transacciones, relaciones, y pensamiento en sí mismo, que se extiende
como una quieta ola en la telaraña de nuestras comunicaciones. Nuestro
mundo está a la vez en todas partes y en ninguna parte, pero no está
donde viven los cuerpos.
Estamos creando un mundo en el
que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios debidos a la
raza, el poder económico, la fuerza militar, o el lugar de
nacimiento.
Estamos creando un mundo donde
cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin
importar lo singulares que sean, sin miedo a ser coaccionado al
silencio o el conformismo.
Vuestros conceptos legales sobre
propiedad, expresión, identidad, movimiento y contexto no se aplican a
nosotros. Se basan en la materia. Aquí no hay
materia.
Nuestras identidades no tienen
cuerpo, así que, a diferencia de vosotros, no podemos obtener orden
por coacción física. Creemos que nuestra autoridad emanará de la
moral, de un progresista interés propio, y del bien común. Nuestras
identidades pueden distribuirse a través de muchas jurisdicciones. La
única ley que todas nuestras culturas reconocerían es la Regla Dorada.
Esperamos poder construir nuestras soluciones particulares sobre esa
base. Pero no podemos aceptar las soluciones que estáis tratando de
imponer.
En Estados Unidos hoy habéis
creado una ley, el Acta de Reforma de las Telecomunicaciones, que
repudia vuestra propia Constitución e insulta los sueños de Jefferson,
Washington, Mill, Madison, DeToqueville y Brandeis. Estos sueños deben
renacer ahora en nosotros.
Os atemorizan vuestros propios
hijos, ya que ellos son nativos en un mundo donde vosotros siempre
seréis inmigrantes. Como les teméis, encomendáis a vuestra burocracia
las responsabilidades paternas a las que cobardemente no podéis
enfrentaros. En nuestro mundo, todos los sentimientos y expresiones de
humanidad, de las más viles a las más angelicales, son parte de un
todo único, la conversación global de bits. No podemos separar el aire
que asfixia de aquél sobre el que las alas baten.
En China, Alemania, Francia,
Rusia, Singapur, Italia y los Estados Unidos estáis intentando
rechazar el virus de la libertad erigiendo puestos de guardia en las
fronteras del Ciberespacio. Puede que impidan el contagio durante un
pequeño tiempo, pero no funcionarán en un mundo que pronto será
cubierto por los medios que transmiten bits.
Vuestras cada vez más obsoletas
industrias de la información se perpetuarían a sí mismas proponiendo
leyes, en América y en cualquier parte, que reclamen su posesión de la
palabra por todo el mundo. Estas leyes declararían que las ideas son
otro producto industrial, menos noble que el hierro oxidado. En
nuestro mundo, sea lo que sea lo que la mente humana pueda crear puede
ser reproducido y distribuido infinitamente sin ningún coste. El
trasvase global de pensamiento ya no necesita ser realizado por
vuestras fábricas.
Estas medidas cada vez más
hostiles y colonialistas nos colocan en la misma situación en la que
estuvieron aquellos amantes de la libertad y la autodeterminación que
tuvieron que luchar contra la autoridad de un poder lejano e
ignorante. Debemos declarar nuestros "yos" virtuales inmunes a vuestra
soberanía, aunque continuemos consintiendo vuestro poder sobre
nuestros cuerpos. Nos extenderemos a través del planeta para que nadie
pueda encarcelar nuestros pensamientos.
Crearemos una civilización de la
Mente en el Ciberespacio. Que sea más humana y hermosa que el mundo
que vuestros gobiernos han creado antes.
Por John Perry
Barlow
Davos, Suiza. 8 de febrero de 1996